domingo, 13 de enero de 2013

Chiste: Productividad celestial

Productividad celestial
   Había una vez en un pueblo, 2 hombres que se llamaban Joaquín González.
   Uno era sacerdote y el otro era taxista.
   Quiere el destino que los 2 mueran el mismo día.
   Llegan al cielo, donde les espera Dios.
   - ¿Tu nombre? - le pregunta al primero.
   - Joaquín González.
   - ¿El sacerdote?
   - No, no, el taxista.
   Dios consulta su planilla y dice:
   - Bueno, te has ganado el Paraíso. Te corresponde esta túnica con hilos de oro y esta vara de platino con incrustaciones de rubíes. Puedes pasar...
   - Gracias, gracias - dice el taxista.
   Pasan 2 ó 3 personas más, hasta que le toca el turno al otro Joaquín González.
   - ¿Tu nombre?
   - Joaquín González.
   - ¿El sacerdote?
   - Sí.
   - Muy bien, hijo mío. Te has ganado el Paraíso. Te corresponde esta bata de lino y esta vara de roble con incrustaciones de granito.
   El sacerdote dice:
   - Perdón. No es por desmerecer, pero... debe haber un error. ¡Yo soy Joaquín González, el sacerdote!
   - Sí, hijo mío, te has ganado el Paraíso. Te corresponde esta bata de lino y esta vara de roble con incrustaciones de granito.
   - ¡No, no puede ser!
   Yo conozco al otro Joaquín González. Era un taxista que vivía en mi pueblo, ¡era un desastre como taxista! Se subía a las aceras, chocaba todos los días, una vez se estrelló contra una casa, conducía muy mal, tiraba las farolas, se lo llevaba todo por delante... Y yo me pasé 75 años de mi vida predicando todos los domingos en la parroquia. ¿Cómo puede ser que a él le den la túnica con hilos de oro y la vara de platino y a mí esto? ¡Debe haber un error!
   - No es ningún error - dice Dios. Lo que ocurre es que aquí, en el cielo, nos hemos acostumbrado a hacer evaluaciones como las que hacéis vosotros en la vida terrenal.
   - ¿Cómo, no entiendo?
   - Sí, ahora trabajamos por objetivos y resultados... Mira, te voy a explicar tu caso y lo entenderás enseguida. Durante los últimos 25 años, cada vez que tú predicabas, la gente se dormía; pero, cada vez que él conducía, la gente rezaba.
   Y...    ¡LOS OBJETIVOS SON LOS OBJETIVOS!
  

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